La brutalidad del tráfico de mujeres desde Nigeria: “Casi cada día, entre nueve y 11 hombres tenían acceso a mi cuerpo”

La nigeriana Maryam (26 años) ha caído dos veces en el infierno del tráfico de personas: primero pasó más de cuatro años, entre 2019 y 2024, como víctima de una red de explotación sexual en Argelia. Cuando logró escapar, no recuperó completamente su libertad: terminó en Egipto, donde trabaja sin descanso como empleada del hogar y niñera. Recibe un pago mensual de apenas 8.000 libras egipcias (unos 141 euros), del que solo le corresponden 500 libras (menos de 9 euros) porque, primero, debe pagar a la “agente” que le consiguió el trabajo y el traslado a Egipto. “Desde el 9 de marzo estoy enferma y no sé exactamente lo que tengo. Se lo conté a mi patrocinadora pero, lejos de mostrarse preocupada por mi malestar, me espetó que no se me ocurriera emplear su dinero para pagar el tratamiento”, cuenta Maryam por teléfono, que aún está en Egipto y que prefiere no desvelar su verdadero nombre por seguridad.
Esta joven nigeriana es una de las miles de víctimas del tráfico de personas en uno de los países más afectados por este delito, según los informes de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) y del Departamento de Estado de EE UU (Trafficking in Persons Report), entre otros. Este último, que cita al gobierno nigeriano, cifra en 1.194 las víctimas de trata en 2024. De estas, dice, 654 fueron explotadas sexualmente y 540, laboralmente. Y, según el Counter Trafficking Data Collaborative, una plataforma de datos sobre tráfico de personas, la mayoría de víctimas nigerianas son llevadas hacia Libia (32%), Malí (225) y a otros destinos en la misma Nigeria (17%).
Muchas jóvenes viajan engañadas a países árabes con la promesa de que se les facilitará un buen trabajo. Sin embargo, cuando llegan a su destino, la realidad es otra. La mayoría caen en manos de traficantes de personas y sufren diversas formas de explotación. Algunas son obligadas a prostituirse, mientras que otras se ven forzadas a realizar tareas de shagala (empleadas domésticas) u otras formas de servidumbre doméstica, como sufre ahora Maryam.
La historia de esta mujer comenzó en 2019. En enero de ese año, relata, fue engañada por una amiga de su región, que le dijo que le facilitaría un trabajo en un restaurante en Argelia. Pero cuando llegó allí, la obligaron a prostituirse y a reembolsar el dinero que su patrocinador había pagado por su viaje. Entre 2019 y 2024, durante los más de cuatro años que pasó en ese país, nunca dejó de pagar esa deuda.
Más tarde, su patrocinador la vendió a una mujer que tenía a muchas otras chicas a su cargo. La llevó a una habitación en la que ya vivían otras cuatro mujeres. No se le permitía desplazarse libremente. Según relata la mujer, cuando algún hombre quería tener relaciones sexuales con ella, acudía a la casa donde la tenían recluida o bien se la llevaban a su casa. “Un día, me llevaron a un lugar donde me esperaban cuatro hombres, me retuvieron durante días y me obligaron a satisfacerlos”, continúa. Según supo después, pagaron por ella 1.500 dinares (10,2 euros) por hombre, un dinero que fue directamente a manos de la madame que decía ser su dueña.
“Casi cada día, entre nueve y 11 hombres tenían acceso a mi cuerpo. Me obligaban a satisfacerlos sexualmente. No podía negarme, no tenía opción. Fui testigo de cosas horribles. Una vez trajeron a una chica nueva y la violaron hasta dejarla sin vida. Luego les vi deshacerse de su cadáver como si de basura se tratara”, relata. De acuerdo con su testimonio, pudo escapar de Argelia con ayuda de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Una vez trajeron a una chica nueva y la violaron hasta dejarla sin vida. Luego les vi deshacerse de su cadáver como si de basura se tratara
Aisha Olaniya, víctima de tráfico de personas
“Pero cuando regresé a Nigeria”, agrega, “no podía volver con mi familia, porque no había conseguido nada en esos cuatro años que pasé en Argelia”. Se sentía avergonzada, por lo que fue a vivir con una amiga que, luego, le presentó a una “agente” que captaba trabajadoras para El Cairo, en Egipto. Y el ciclo volvió a empezar.
“La agente me dijo que me conseguiría trabajo como empleada del hogar y niñera, y me comunicó que tendría que devolver los gastos del viaje, que ascendían a 18 meses del salario que iba a percibir. Sin embargo, cuando llegué allí, la historia volvió a cambiar: esos 18 meses pasaron a ser 24, sin que la agente me explicara por qué”, cuenta.
Una vez en Egipto, la mujer le quitó el pasaporte para que Maryam no pudiera escapar. “Trabajaba de la mañana a la noche limpiando, cocinando y cuidando niños. El único momento en que me permiten dormir es de cinco a nueve de la mañana”, detalla. Desde marzo está enferma, endeudada y sin acceso a un tratamiento.
Un viaje peligrosoUn estudio de la UNODC evidencia que los migrantes que no están regularizados sufren con frecuencia formas extremas de violencia como torturas, violaciones, secuestro y cautiverio. Los migrantes que dependen de las redes de trata de personas para huir de sus países de origen suelen estar expuestos a estos graves abusos. Por otra parte, de acuerdo con un informe de la ONU sobre el tráfico de personas, Nigeria es uno de los países africanos que más registra víctimas de tráfico de personas, de las que un 83% son mujeres y niñas. Las que son llevadas al exterior, en ocasiones, atraviesan violencia sexual y física durante sus viajes, añade el informe.
Es lo que le ocurrió a Florence (27 años), una joven nigeriana que también prefiere ocultar su verdadero nombre. Decidió viajar a Libia, engañada con la promesa de un trabajo como diseñadora de moda. En diciembre de 2024, dejó atrás a sus dos hijos, con la esperanza de poder ofrecerles una vida mejor. La transportaron oculta en un camión de alimentos y la sacaron de Nigeria de forma ilegal. Los conductores le exigieron sexo a cambio del transporte y, cuando ella se negó, la abandonaron en un desolado refugio para animales, sin comida ni agua, donde se vio obligada a pasar la noche entre los animales.
“En plena noche”, relata”, “tres hombres armados con machetes y pistolas me atacaron. Me apuñalaron repetidamente, me violaron y me abandonaron allí, al borde de la muerte. Sobreviví durante 34 días a un horror inimaginable, hasta que conseguí llegar a Libia. Pensaba que con ello mi sufrimiento había llegado a su fin”, relata a este diario.
En Libia, la pesadilla continuó. Para pagar su deuda tuvo que entregar su salario durante meses al “agente” que la llevó a trabajar como cuidadora de una persona mayor. “Me sometieron a un trato inhumano”, afirma.
Los traficantes de personas rara vez son desconocidos que abordan a sus víctimas y se las llevan por la fuerza. Fatima Waziri-Azi, experta en la trata de personas y antigua directora general de la Agencia Nacional para la Prohibición de la Trata de Personas (NAPTIP), afirma que los traficantes suelen abordar a mujeres jóvenes con ofertas de trabajo aparentemente legítimas y bien remuneradas como empleadas del hogar, modelos, cuidadoras o empleadas en hostelería. En algunos casos, incluso les prometen becas u oportunidades de formación profesional en Europa, Oriente Medio o en otros países africanos.
De acuerdo con Waziri-Azi, las causas originarias de la trata ―la pobreza generacional y la falta de oportunidades económicas― siguen sin abordarse. En Nigeria, 30,9% de las personas viven bajo el umbral de pobreza extrema, es decir, con 2,15 dólares al día.
En la era de internet en que vivimos, los traficantes manipulan hábilmente los relatos que se encuentran en las redes idealizando la vida en el extranjero
Fatima Waziri-Azi, antigua directora general de la Agencia Nacional para la Prohibición de la Trata de Personas (NAPTIP)
“Las jóvenes a menudo están sometidas a una enorme presión por tener que mantener a sus familias o querer escapar de un entorno abusivo. Esa presión las hace más propensas a arriesgarse, especialmente cuando alguien en quien confían les ofrece una salida. En la era de internet en que vivimos, los traficantes manipulan hábilmente los relatos que se encuentran en las redes idealizando la vida en el extranjero”, explica la experta.
Por eso, añade, la lucha contra el tráfico de personas no puede limitarse a campañas de sensibilización. “Deben ir más allá de transmitir información y fomentar la capacidad de las personas de tomar decisiones y saber de qué son capaces. Es necesario además desmitificar esas narrativas y difundir las historias de supervivientes que detallan la cruda realidad de la trata de personas. Lo que suelo decir a las jóvenes es que en esta vida no hay nada gratis”, concluye.
Otra tarea pendiente, añade Waziri-Azi, es que Nigeria trabaje en políticas sistémicas y preventivas que aborden la raíz del problema. Para paliar esa desesperación económica que explotan los traficantes, dice, debería aplicarse una política que genere medios de subsistencia específicos para mujeres de zonas vulnerables a la trata de personas, incluyendo el acceso a microcréditos y subvenciones sin intereses, formación profesional vinculada a las demandas del mercado local y vías formales para acceder a un empleo o al autoempleo.
“Se deben priorizar las madres solteras, las mujeres desplazadas, las viudas y las mujeres sin formación escolar. Para poner coto a la trata de personas, debemos erradicar las condiciones que la hacen rentable y fácil. Lo que necesitamos es una respuesta política que tenga en cuenta las cuestiones de género, la pobreza y las experiencias de las supervivientes, respaldada por una voluntad política a todos los niveles”, sostiene.
EL PAÍS